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miércoles, 1 de mayo de 2024

CINE CUBANO EN EPTV: LA MUERTE DE UN BURÓCRATA

miércoles 1 de mayo - 22 hs
Cine cubano en EPTV: La muerte de un burócrata (Tomas Gutierrez Alea, 1966)
Para Tomás Gutiérrez Alea, La muerte de un burócrata (1966), su cuarto largometraje, era una película menor, sin grandes pretensiones, en la que logró todo aquello que se propuso. La realidad, como siempre ocurre, superó a la ficción. Se disponía a abordar los problemas de la burocracia que conducían a un ciudadano común a un exasperado y violento remate, cuando en una reunión, el cineasta Roberto Fandiño comentó por casualidad las dificultades atravesadas por una viuda para obtener su pensión porque su esposo había sido enterrado con el carnet laboral. Aquel incidente verídico fue el eje del guion que coescribiera Titón junto a Alfredo L. del Cueto (1932-1986) y el fotógrafo Ramón F. Suárez, con quien trabajara en su primera incursión en la comedia: Las doce sillas (1962) y luego en Cumbite (1964), título que nunca le satisfizo.
Si en Las doce sillas trasladó la trama de una novela rusa a la Cuba de los primeros años del triunfo revolucionario para fustigar determinadas conductas incompatibles con la nueva sociedad, esa anécdota posibilitaba a Gutiérrez Alea satirizar con saña a la burocracia, ese flagelo del que todos, alguna que otra vez, hemos sido víctimas. En el argumento, Francisco J. Pérez, “un proletario en toda la extensión de la palabra, artista emérito, inventor insigne” y obrero ejemplar, muere en un accidente de trabajo y a los de su sindicato se les ocurre la idea de enterrar con el carnet laboral a aquel “Miguel Ángel de los humildes”. Cuando la acongojada viuda concurre, en compañía de su sobrino, a iniciar los trámites para cobrar la pensión, tropiezan con el primero de una innumerable serie de obstáculos: deben cumplir con la simple formalidad de añadir al expediente de solicitud el citado documento. A partir de ese momento, un caso singular que sorprende por lo insólito deviene un itinerario kafkiano en el que encuentran empleados rigurosos en el cumplimiento de los reglamentos, formularios disímiles para todo tipo de trámites, el criollo “peloteo” al ser enviado de un funcionario a otro, de buró en buró, en su afán desesperado por buscar una solución al problema y no al revés. No faltan gestiones y cuños en un departamento de “aceleración” de trámites. Todo en vano: el administrador del cementerio, burócrata por antonomasia, se niega rotundamente a aceptar el cadáver sin una orden de exhumación.
>>leer todo el texto completo>> https://www.lajiribilla.cu/



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